martes, 27 de septiembre de 2011

Sistemas emocionales y Aprendizaje.

Artículo compartido por Neurociencias:


Sistemas emocionales y Aprendizaje.


Dr. Roberto Rosler.


Existen básicamente dos mecanismos de supervivencia a lo largo del árbol filogenético. Uno es el aprendizaje que posibilita que los animales tengan conductas adaptativas en circunstancias futuras por hechos acaecidos luego del nacimiento. Podríamos considerar al aprendizaje también como una forma de “olvidar” cierto tipo de conductas innatas. Como ejemplos podríamos citar gran parte de nuestro bagaje sociocultural que nos enseña, por ejemplo, a orinar y tener sexo como actividades privadas y no públicas (como nos impulsarían nuestras conductas innatas). El aprendizaje es así una especie de “escultor” que va tallando en nuestros circuitos neuronales nuevos tipos de conductas.

Otro mecanismo de supervivencia serían las emociones que posibilitan la aparición de respuestas conductuales adaptativas frente a circunstancias que son riesgosas para nuestra supervivencia y que fueron enfrentadas por nuestros ancestros a lo largo de la evolución. O sea que “desafíos” ambientales persistentes durante la evolución codificaron tendencias psico-conductuales como circuitos neuronales emocionales para responderles.

Vemos entonces que el prefijo “in” de la palabra innato pierde cierto poder ya que lo que consideramos conductas innatas en algún momento fue aprendido (y recién en ese momento por lo tanto pasaron de ser aprendidas a innatas). También puede suceder lo mismo para lo que en el presente son conductas aprendidas, o sea que en un fututo distante puedan convertirse en parte del repertorio conductual innato.

De todas formas existe una interacción entre estos dos sistemas de supervivencia (aprendizaje y emociones) ya que los sistemas emocionales, como hemos dicho anteriormente, también posibilitan y favorecen el aprendizaje. Vemos así que también las emociones representan un “cocktail explosivo”: Genes más Aprendizaje.

Un ejemplo de esto es el aprendizaje mediante Condicionamiento Clásico que permite que estímulos ambientales emocionalmente neutros (como una marca de comida) rápidamente queden “empapados” de significación afectiva. Esto demuestra la importante relación existente entre los procesos cognitivos, la codificación de la memoria y la activación emocional.

Ontogenia de los sistemas emocionales:


No se debe considerar al cerebro como una red computacional rígida. Sus sinapsis se desarrollan y remodelan a lo largo de toda la vida debido a la interacción dinámica en el cerebro entre eventos genéticos y ambientales. Esta interacción entre lo instintivo y aprendido explica por qué en general las causas principales de un trastorno psiquiátrico sean “mitad innatas y mitad ambientales”.


En el momento del nacimiento el cerebro sólo tiene un plan general de conexiones cerebrales codificadas genéticamente. Por esto durante la vida post natal gran cantidad de circuitos neuronales deben completarse en función de los estímulos ambientales que recibe el organismo.

Esto es altamente adaptativo ya que debido a la variabilidad ambiental (no es lo mismo nacer en el Sahara o en la Antártida, hablar Japonés o Italiano, etc) le permite al cerebro adaptar lo mejor posible sus circuitos en función de los desafíos ambientales específicos que debe enfrentar el organismo.

La interacción Genética – Social moldea la relación cerebro – mente durante el desarrollo ontogénico. Como ejemplos podemos citar el hecho que un medio enriquecido favorece el desarrollo del Sistema de Búsqueda mientras que experiencias precoces de pérdida social cambian la configuración del Sistema de Pánico. Los cambios en los sustratos neuronales de los circuitos emocionales aparecen en función del desarrollo neurobiológico normal y de las experiencias individuales.



Dr. Roberto Rosler
Staff Asociación Educar.
Médico Neurocirujano egresado con Diploma de Honor - Universidad de Buenos Aires.
Médico Asistente Extranjero de los Hospitales de Paris (Francia).
Médico neurocirujano del Servicio de Neurocirugía del Hospital Británico de Buenos Aires.
Profesor en temas referidos a neurofisiología y neurociencias – Hospital Británico, Universidad de Buenos Aires (UBA), Hospital Italiano, Universidad Abierta Interamericana, Universidad Católica de Santiago del Estero.


Blog del Dr. Roberto Rosler: filipides42-robi.blogspot.com


Asociación Educar
Ciencias y Neurociencias aplicadas al Desarrollo Humano
www.asociacioneducar.com

jueves, 22 de septiembre de 2011

¿Cómo educar a un hijo con necesidades especiales?


Artículo elaborado con el asesoramiento de Mar Sánchez Marchori, pedagoga y directora de MSM Pedagogía Creativa
Fuente: Padresonones.es
Publicado en Paso-a-Paso, Vol. 22.1

Preocupación, inseguridad, necesidad de protegerlo y minimizar sus dificultades o problemas... Estos son algunos de los sentimientos que suelen teñir la educación de hijos que necesitan una atención diferente. 

Cuando los padres hacen frente a una enfermedad o discapacidad de un hijo se enfrentan a una nueva situación que no siempre es fácil de afrontar y que afecta a toda la familia. En general, se lucha para evitar cualquier sufrimiento, o al menos evitarlo en la medida de sus posibilidades.  Además, a muchos  padres les cuesta aceptar que su hijo no cumpla con sus previas expectativas, se frustran y no son capaces de hacer frente a la situación previendo un futuro en exceso pesimista. 

Sin embargo, es muy importante que sean capaces de ofrecerles las herramientas y habilidades que les ayuden a acomodar la situación, sacar lo mejor de ellos mismos, potenciando sus destrezas y enseñándoles a aceptar lo que no es posible cambiar. 

También es un soporte fundamental establecer normas y rutinas que propicien asumir responsabilidades, ser estrictos a la vez que comprensivos y cariñosos.

Cómo afrontar la situación 

Cuando unos padres se enfrentan al hecho de que su hijo tiene una discapacidad o sufre una enfermedad grave suelen pasar por diferentes fases. 

La primera de ellas es la conmoción, al ser conscientes que su hijo no será en algunos aspectos como los demás. 

Además, la familia pasa un periodo de duelo, es decir necesita tiempo para aceptar emocionalmente la situación. 

En ocasiones se pasa por fases de negación, tristeza, impotencia y miedo al no saber hacer frente a la situación, para finalmente aceptarlo y reorganizar sus vidas. 

Cada persona vive de diferente manera cada una de estas etapas que pueden tener distinta duración y no hay que olvidar que la ayuda de la familia extensa (abuelos, tíos, primos…) es de gran importancia como soporte emocional. 

La llegada de un hijo que tiene una discapacidad puede producir conflictos en su familia. En muchos casos uno de los padres puede no aceptar la situación, o por el contrario centrar su atención en el pequeño y desatender a la pareja o a los otros hijos.

También afecta a la vida social de los padres, que tienen menos tiempo para compartir con amigos. Además, supone un esfuerzo económico y físico, lo que puede favorecer estados de desesperanza y estrés. 

Poco a poco, y con la ayuda especializada que incluye contactar con asociaciones específicas, los padres van ordenando su entorno. Como cualquier otro niño, estos menores necesitan sentirse queridos y seguros, así como ser tratados atendiendo a sus dificultades y habilidades. 

Por ello, hay que evitar educarle en una burbuja. Las sobreprotección es uno de los mayores riesgos. Si el niño no tiene que esforzarse no aprenderá ni sabrá enfrentarse a los problemas cotidianos. 

En el caso de los niños con alguna discapacidad, al motivarles para que se esfuercen, se conseguirá que realicen muchas más actividades y sean cada vez más autónomos; mientras que si se trata de una enfermedad, se facilitará su incorporación a la vida ordinaria cuando ya esté curado. 

A veces no es fácil para un padre ver que a su hijo le cuesta mucho realizar acciones que son normales en otros niños de su edad, pero hay que ser conscientes de que exigirles que las hagan es lo mejor para ellos. 

De la misma forma, hay que evitar expresiones como “pobrecito” o “que pena”, ya que aumentará su sensación de ser “diferente” además de otorgarle una connotación de víctima que no permite el crecimiento positivo.

Retomando el trabajo.

Como padres de niñ@s con Síndrome de Williams sabemos que llega un momento en la vida que necesitamos un respiro.

Bien... me tomó varios meses ese respiro, pero hoy sé exactamente el camino que debemos seguir para continuar nuestro aprendizaje y crecimiento sobre el tema que nos ocupa. 

En mi caso,  como en el caso del resto de las madres al rededor del mundos es: Mi hijo 'Alejandro'. Quien no es mi ser singular. Es único como el de tod@s ustedes: madres, padres, herman@s, familiares y amigos. 

Gracias.

Continuamos...


Griselda Rodríguez.